Cuando Cristo hace un llamado a seguirle, nos está haciendo un llamado a hacer un discípulo. Ser un discípulo en la antigüedad, significaba comprometerse con un líder, imitar su vida y transmitir sus enseñanzas.
Es por ello que debemos amar a Cristo por encima de cualquier persona. Por más que seamos amados por nuestros conyugues, hijos o padres, ninguno de ellos tenía la capacidad de entregarse en sacrificio y pagando nuestra deuda delante de Dios, nadie pudo haber redimido nuestras almas, solamente Cristo.
Jesús nunca nos pediría algo que no fuese necesario, tampoco nos pediría algo que él no estuviese dispuesto a hacer, él fue rechazado por su propia familia por causa del evangelio.
La familia es la base de la sociedad, es el círculo más cercano que posee cada individuo. Ellos realmente nos conocen y serían los primeros testigos de que ya no somos los mismos. Cuando venimos a Cristo recibimos una nueva naturaleza.
Di no al mundo