
El precio de seguir a Cristo
«El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.» Mateo 10:37-38
Para entender lo que este verso quiere decir, debemos ver algunos conceptos. La palabra “digno», jikanos en el griego, significa: “Suficiente, competente”. Otra palabra traducida “digno” es axios significa: “Merecedor”. En ambos casos lo opuesto es “indigno” o sea, insuficiente, incompetente o que no lo merece. Entonces podemos decir que quien no ame a Jesús por encima de los de su casa, es porque no es merecedor de Él.
Volviendo al v. 37 de Mateo, esto se traduciría “quien no ame menos a su familia”. Acá debemos entender que como creyentes tenemos una relación superior y más profunda, que sobrepasa a la que podamos tener con cualquier miembro de nuestra familia y es nuestra relación con Cristo. Él es nuestro Salvador (Lc. 2:11), él nos compró con precio de sangre, somos su propiedad (1 Co. 6:20), él nos dio vida cuando estábamos muertos en delitos y pecados, nos vivificó (Ef. 2:5), él es nuestro Padre, nosotros sus hijos (1 Jn. 3:1), él es nuestro Señor, nosotros sus esclavos (2 Co. 4:5), él es nuestro amigo (Jn. 15:13), él es nuestro esposo, nosotros su esposa (Is. 54:5), él es nuestro Dios, nosotros su creación (Jn. 20:28), él es nuestro todo! ¿Qué relación puede ser más sublime y más elevada que ésta?
Es por ello que debemos amar a Cristo por encima de cualquier persona. Por más que seamos amados por nuestros conyugues, hijos o padres, ninguno de ellos tenía la capacidad de entregarse en sacrificio y pagando nuestra deuda delante de Dios, nadie pudo haber redimido nuestras almas, solamente Cristo. Por lo tanto nuestra lealtad hacía él no tiene que estar divida, tiene que ser total y completa.
➢ Lucas 10:27 Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente.
Dios demanda la preeminencia en nuestras vidas, él es Señor de nosotros, pero cuando permitimos que otra persona tome su lugar, llámese esposa, padres, hijos, amigos, bienes, placeres, estamos haciendo de ellos un ídolo, estamos adorándolos, estamos elevándolos por encima de Cristo, entonces no somos dignos de seguirle.
Hubo quienes, a pesar de que el Hijo de Dios en persona, les hizo el llamado a seguirle, no lo hicieron, porque amaron más a los suyos:
➢ Lucas 9:61-62 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. 62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Y en el segundo caso podemos ver, que uno de sus seguidores estaba volviendo atrás, su prioridad eran los vivos, lo que estaba dejando. Es muy probable que al regresar a su hogar, nunca volviese a seguir a Jesús.
Jesús no era su prioridad inmediata, su familia ocupaba el primer lugar en su corazón. Jesús le contesta enfáticamente, quien vuelve atrás no es apto para el reino de Dios.
Amar a Jesús más que a nadie