Es por ello que debemos amar a Cristo por encima de cualquier persona. Por más que seamos amados por nuestros conyugues, hijos o padres, ninguno de ellos tenía la capacidad de entregarse en sacrificio y pagando nuestra deuda delante de Dios, nadie pudo haber redimido nuestras almas, solamente Cristo.
Amar a Jesús más que a nadie