HAZ TU VOLUNTAD
El domingo 4 de febrero de este año, mientras estaba en la iglesia por la mañana cantamos una alabanza que entre sus letras tenia la frase: Que se haga aquí, tu voluntad como en el cielo. Y mientras la entonaba una profunda tristeza me consumía, todos alrededor seguía con las otras letras pero mi corazón repetía una y varias veces mas la frase. Al inicio no entendía que pasaba en realidad, hasta que mis pensamientos viajaron mas de 6,000 kilómetros al sur , pude ver a mi padre allá en mi Perú caminando lento, con las penurias que la fibrosis pulmonar puede ocasionar.
Las noches ya se le hacían eternas con los ataques de tos, cualquier pequeño esfuerzo físico era una dura batalla a superar, los niveles de oxigenación a veces bordeaban los limites mínimos. Entendí entonces ya con algunas lagrimas rodando, que debía poner la vida de mi papá en la voluntad de Dios, esa alabanza en la iglesia esa mañana no era casualidad ni la voluntad de alguien que la eligió al azar, era un mensaje directo, debía estar preparado, o al menos intentarlo humanamente.
No se cuantas veces repetí en silencio: Que se haga aquí, tu voluntad como en el cielo. Al comienzo aferrándome a la idea que su voluntad debía ser darle vida, obrar un milagro, pero luego entendiendo que pasaría lo que Dios deseaba que pasara. Treinta horas después papá partió al cielo. Cuando mi cuñado me compartió la noticia, volvió a mi mente la frase: Que se haga aquí, tu voluntad como en el cielo y sentí el abrazo de Dios que me dio esa paz que es difícil de entender.
Miles de años atrás mientras la noche en que lo arrestarán avanza, Jesús está en el Getsemaní junto a sus discípulos. Él sabe que las horas de sufrimiento se acercan, que será muy complicado, que su piel será desgarrada, que su sangre será derramada, que el dolor estar presente. Entonces se pone muy triste y la angustia lo invade, ese temor provoca la aceleración de su ritmo cardíaco, empieza a temblar, a sudar de forma abundante y a sentir falta de aire. Como humano esta expuesto.
En ese instante se aferra a su padre y le clama: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; evítame este sufrimiento, haz un milagro, socórreme,(hasta allí sonaría como uno mas de nosotros), pero luego de una pausa y quizá ya llorando y susurrando continua: pero no sea como yo quiero, sino como tú, es decir que se haga tu voluntad y no la mía. Mateo 26:36-39.
Un detalle que pinta de cuerpo entero el momento de desesperación humana a la que llegó Jesús en su temor a los episodios que venían era que no realizó una vez esta oración, ni dos, sino tres veces. Todavía me puedo imaginar a un padre viendo el rostro de su hijo llorando por ayuda.
Cuan difícil fue para el propio Jesús decir: Padre que se haga tu voluntad, porque lo primero que pide es un cambio de planes, una alternativa a su muerte, un plan b. Pero luego entiende que la voluntad de Dios debe cumplirse. Cuanto mas para nosotros que nos aferramos a nuestros planes, deseos, ideas, decisiones, en lugar de entender y actuar de acuerdo a la voluntad de Dios.
Si aun no conocemos la voluntad de Dios para nuestras vidas, pidámoslo, Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Que tu buen Espíritu me guíe por un terreno sin obstáculos. Salmo 143:10
Y si ya la conocemos no nos dejemos desviar. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.
Romanos 12:2
Finalmente acostumbrémonos a pedir las cosas conforme a su voluntad, pues en respuesta tendremos paz y lo pedido.1 Juan 5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. (1 Juan 5:14)
El 5 de febrero, día que papá falleció, luego de la oración matutina que realizaban con mamá, se quedó solo en la sala y mientras ella empezaba con los quehaceres del hogar, elevó al cielo esta oración: Padre mío, si es tu voluntad llevarme al cielo, ya estoy listo. Al oírlo, mamá también preparó su corazón para lo que vendría mas tarde.
Oremos:
Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.