¿Cómo sobre llevar el duelo bíblicamente?
Debemos entender que el duelo es un proceso, un proceso que no tiene un límite de tiempo, no hay que apresurarlo, durará lo que sea necesario. Los expertos han dividido el duelo en etapas, estas no siguen un orden, algunos dolientes no pasan por algunas de ellas y otros tardan más en una etapa que en otra. Esto es así, porque el dolor que genera la pérdida es particular a cada persona.
El duelo no solo lo experimentan las personas que pierden a un ser querido, sino también aquellas personas que han tenido algún tipo de pérdida, como la pérdida de salud, de trabajo, de una casa o negocio, la solicitud de un divorcio, el nido vacío, etc. Hoy nos enfocaremos en la pérdida de un ser querido.
Bíblicamente no hay un esquema establecido en como debamos vivir el duelo, sin embargo, hay pautas que podemos tomar en cuenta. El propósito del duelo, no es superar la pérdida de tu ser amado, sino aprender a vivir con esa realidad y tratar de llegar a una nueva normalidad. Alguna de las etapas que mencionan los expertos, son: conmoción y negación; dolor y culpa; enojo; depresión; reconstrucción; aceptación y esperanza.
Sí te encuentres en la etapa de dolor y culpa, seguramente estás experimentando un dolor profundo ante la partida de tu ser amado y te sientas culpable por no haberle demostrado todo el amor posiblemente o sientas culpa por asuntos que quedaron sin resolver y esto se ha convertido en una continua lucha en tu mente, con los pensamientos de: “si hubiera”. Aunque esta etapa suelen pasarla la mayoría de personas, no debes permanecer mucho tiempo en ella. Para ello debes reconocer que “los hubiera” no existen, son pensamientos que no pueden concretarse, el pasado es un tiempo al cual no tenemos acceso, por lo que permanecer culpándote por algo que ya no puedes cambiar no será la solución. Si no pudiste pedir perdón o no lo otorgaste, debes saber que:
Todos cometemos muchos errores; ahora bien, si alguien no comete ningún error en lo que dice, es un hombre perfecto. (Stg. 3:2a DHH).
Si, es probable que hayas cometido errores, que te hayas equivocado en no demostrar tu amor y buscar una reconciliación, esto solo demuestra que eres imperfecto, como todo ser humano sobre la faz de la tierra (Ro. 3:10-12), pero ya no te culpes, Dios está dispuesto a perdonarte y llenarte de Su Paz.
Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado, podemos estar seguros de que él, que es justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad. (1 Jn. 1:9 TLA).
Dios, es Él único que podría culparnos, sin embargo, Él no nos señala con el dedo, al contrario, nos extiende sus brazos y nos ofrece su perdón. Si, ya no puedes cambiar el pasado, pero si tienes poder cambiar la manera en qué enfrentas el presente y Dios te da la oportunidad de comenzar de nuevo cada mañana, al renovar sus misericordias a tu vida (Lm. 3:22-23).
Algunos tal vez se encuentren en la etapa del enojo, enojo contra algunas personas, al tratar de responsabilizarlas por la muerte de su ser querido o contra Dios mismo. Debemos reconocer con humildad que Dios es Soberano. Así, como ningún pajarillo cae a tierra (Mt. 10:29), nadie muere si no es la Voluntad de Dios. Es aquí donde debemos doblegar nuestra cerviz y reconocer que Él es Dios y nosotros la obra de sus manos.
Dios nos da la vida y nos trae la muerte. (1 S. 2:6 TLA).
7 Yo he creado la luz y la oscuridad; yo hago el bien y envío la desgracia. Yo soy el único Dios, y sólo yo hago todo esto… 9 Dios dijo: El barro no le dice al alfarero: “¿Qué estás haciendo?”, ni la vasija lo critica, diciendo: “Tú no sabes trabajar”. (Is. 45:7, 9 TLA).
Dios no tiene por qué darnos explicaciones y aún si nos las diera probablemente no las comprenderíamos, porque nuestra mente es finita y Él es infinito. Es aquí donde debemos enfocarnos en el Carácter de Dios, en quién es Él, eso nos da la certeza de que nada de lo que permita en nuestra vida, es para nuestra destrucción (Jer. 29:11). La muerte es una parte amarga de vivir en un mundo caído, es por eso que Dios en su inmenso Amor sacrificó a Su Hijo, para darnos, no una vida temporal, sino una vida eterna (Jn. 10:28).
Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna. (Jn. 3:16 TLA).
Cambia tu enojo y reconoce como lo hizo Job, que hablabas cosas que no entendías, que no comprendías (Job 42:3), experimenta la Paz de Dios al saber que tu ser amado no está muerto, ciertamente ya no está en esta tierra, pero él o ella está vivo, ha despertado a la vida eterna (2 Co. 5:8):
Entonces Jesús dijo: —Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera (Jn. 11:25 NVI)
Es probable que, en este momento, el dolor se incremente en tu corazón, al pensar que tu ser querido no fue salvo, seguramente eso pensó la familia del ladrón clavado en la cruz, al lado de Jesús, pero nadie se imaginó que ese día estaría con Cristo en el paraíso (Lc. 23:42-43). Dios es grande en misericordia, ten por seguro, que Él le extendió sus brazos una y otra vez a lo largo de su vida a tu ser amado y puede ser que en esta última ocasión tu ser querido haya corrido a Él y haya sido salvo. No confíes en lo bueno que pudo haber sido él o ella, confía en la Bondad y Misericordia de Dios (2 P. 3:9).
Mientras pasaba delante de Moisés, Dios dijo en voz alta: «¡Soy el Dios de Israel! ¡Yo soy es el nombre con que me di a conocer! Soy un Dios tierno y bondadoso. No me enojo fácilmente, y mi amor por mi pueblo es muy grande. (Ex. 34:6 TLA).
Para llegar a la etapa de reconstrucción, debes permitirte ser consolados. A veces los creyentes creen erróneamente que no deben llorar, porque eso muestra falta de fe, pero las lágrimas son un medio de gracia que Dios nos da, para poder aliviar nuestro dolor. Incluso Jesús lloró (Jn. 11:28-35).
Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. (MT. 5:4 NTV).
Vale más llorar que reír, pues podrá hacerle mal al semblante, pero le hace bien al corazón (Ecl. 7:3 DHH).
Algunas personas no desean ser consoladas. Jacob es un ejemplo de ello. Él rehusó ser consolado por sus hijos ante la muerte de su hijo José. Puedes imaginar cuántos años amargos vivió y cómo el dolor punzante carcomió su corazón, desgastando su cuerpo y robándole el gozo de vivir.
Todos sus hijos y sus hijas intentaban calmarlo, pero él no se dejaba consolar, sino que decía: «No. Guardaré luto hasta que muera y me reúna con mi hijo». Así Jacob siguió llorando la muerte de José. (Gn. 37:35 NVI).
No seamos como él, recibamos el consuelo que viene de Dios, quien nos ha dado Su Espíritu, el Consolador (Jn. 14:16), quien nos consuela al recordarnos las promesas del Señor. También rodéate de las personas que te aman, permítete ser abrazado por ellos, eso traerá sanidad a tu vida.
Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros. (2 Co. 1:3-4).
Para poder llegar a la etapa de aceptación y esperanza, admitamos que la partida de nuestro ser amado, aunque parezca imposible de superar, no lo es, en Cristo encontramos esperanza. Él puede quitar todo temor por el futuro (Ro. 8:38-39) y puede darle nuevamente sentido a tu vida (2 Co. 5:15). Puedes sentirte solo en este proceso, pero no lo estás.
Dios siempre está cerca para salvar a los que no tienen ni ánimo ni esperanza (Sal. 34:18 TLA).
Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría. (Sal. 94:19 NVI)
Un día no muy lejano, Dios habrá sanado tu corazón, habrás logrado encontrar una nueva normalidad en tu vida e incluso podrás consolar a otros, como tú mismo has sido consolado.
Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros (2 Co. 1:5 NTV)
Permite que el Señor seque tus lágrimas, si sientes que te has estancando en alguna etapa, pide ayuda al Señor, Él está dispuesto a ayudarte (Sal. 46:1) y si es necesario busca la ayuda de un hermano maduro en la fe. Dios te sanará conforme vaya pasando el tiempo, el dolor irá disminuyendo. Hoy puedes entristecerte, pero recuerda tienes una esperanza segura en Cristo.
Esta confianza nos da plena seguridad; es como el ancla de un barco, que lo mantiene firme y quieto en el mismo lugar. Y esta confianza nos la da Jesucristo (He. 6:19a TLA).
Le pido a Dios, fuente de esperanza, que los llene completamente de alegría y paz, porque confían en él. Entonces rebosarán de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo. (Ro. 15:13 NTV).